miércoles, 26 de junio de 2013

Capitulo 12


Cuando ___________ aparcó el coche frente a los juzgados, vio a unos cuantos gorriones en las ventanas. Hacía un tiempo primaveral desde ha­cía una semana.

El tiempo que llevaba sin saber nada de Tom. Bueno, diez días. No pasaba nada, pero estaba un poco sorprendida. No sabía si le había gusta­do el regalo. Ni siquiera la había llamado para darle las gracias.

No pasaba nada porque, después de todo lo que había hecho por ella y su hija, pero... le ha­bría gustado que la hubiera llamado.

Se pasó las manos por la falda, se miró en el espejo y agarró el maletín. Todo en orden: su apariencia, sus notas para el caso y su vida.

Abrió la puerta del coche y apretó el botón de cierre. Tenía que ver al cliente de su jefe en cinco minutos. Como Cecil Walker estaba de baja por un resfriado, tenía que hacerse cargo ella.

Solo tenía que representar a la empresa y pedirle a Tom un aplazamiento. Mejor dicho, pedirle al juez Kaulitz un aplazamiento.

Cerró la puerta a tiempo de darse cuenta de que se había dejado las llaves dentro. Consiguió pilladla a medio camino y volverla a abrir. Recu­peró las llaves y fue hacia las escaleras.

Se dijo que había representado a clientes cientos de veces. No estaba nerviosa. Alisha es­taba con una canguro de toda confianza y tenía todos los documentos que el juez Kaulitz le iba a pedir.

¿Por qué no la había llamado? ¿Le habría ofendido un regalo tan barato? No lo tenía por un hombre que se ofendiera con facilidad. Le había dejado claro que la desea­ba. Estaba segura de que le gustaba. Sin embar­go, no había llamado. Así era mejor, más fácil y seguro para su corazón.

¿Por qué diablos no la habría llamado? Recordó una frase de su padre. «___________, tú te quejarías aunque te ahorcaran con una soga nue­va».

Se estremeció al ver a su cliente, que la esta­ba esperando dentro. No era el mejor momento para que la abogado se pusiera a pensar en el juez que iba a instruir el caso de su cliente.

—¿Preparado? —le dijo.

Clive Harris asintió, pero se notaba que esta­ba nervioso. No tenía motivos. Tenía una sólida coartada. Era imposible que hubiera estado meti­do en un fraude a través de Internet. Era pintor de brocha gorda y ni siquiera tenía ordenador. ___________ sospechaba que su ex novia se la quería devolver por haberla dejado.

—No se preocupe —le dijo—. El juez Kaulitz es muy justo.

Entraron en la sala y se sentaron.

—¡En pie! —anunció el alguacil.

Se abrió la puerta y entró Tom, alto, delgado y atractivo. ___________ sintió que se le subía el cora­zón a la boca.

Tom miró a su alrededor. ___________ no recordaba la última vez que había sentido que se iba a des­mayar.

Sacudió la cabeza para aclararse las ideas. Su profesionalidad se impuso. Se irguió, contestó a las preguntas que le hicieron y firmó lo que le pidieron. El juez estuvo tan serio, prudente y conciso como de costumbre. ___________ no lo miró ni un segundo más de lo estrictamente necesario.

Les concedió el aplazamiento que pedían y dio la sesión por terminada. Volvió a mirar a to­dos los presentes, pero aquella vez la miró a ella dos segundos más que al resto.

—¡En pie! —dijo el alguacil. ___________ obedeció como un robot y sintió que se le había acelerado la respiración. Tom salió de la sala. ¿Qué demonios le estaba ocurriendo? Reco­gió sus documentos, se despidió del cliente y sa­lió con las piernas temblorosas. ¿Había visto una mirada insondable en los ojos de Tom o habían sido imaginaciones suyas?

Lo que no era producto de su imaginación era que se estaba derritiendo. Estaba exagerando. ¡ Pero si ni siquiera la había llamado!

—Señora Madison —le dijo una bedel.

—¿Sí? —dijo ___________ girándose.

—El juez Kaulitz quiere verla.

___________ tragó saliva.

—¿Le ha dicho para qué?

La mujer se encogió de hombros.

—Ni idea. Es por aquí.

___________ sabía perfectamente por dónde era.

La bedel llamó a la puerta y se alejó.

—¿Sí? —dijo Tom desde dentro. ___________ apretó el asa del maletín con tanta fuer­za que se hizo daño y entró.




¿QUERÍAS verme? —preguntó ___________ al entrar.

Tom estaba junto al lavabo y apenas la miro.

—¿Te importaría cerrar la puerta, por favor?

Así lo hizo ella.

La habitación no estaba muy bien iluminada, pero veía a Tom con una llave inglesa en la mano.

—Este grifo lleva meses mal, pero creo que me lo acabo de cargar definitivamente.

___________ pensó que no estaba utilizando la herra­mienta correcta. Al fin y al cabo, algo debía de saber puesto que su padre era fontanero. Sin embargo, no creía que la hubiera llamado por eso, así que se calló.

Lo observó mientras se secaba las manos me­ticulosamente.

— Gracias por la camisa.

___________ lo miró sorprendida por la referencia al regalo que le había dado hacía diez días. La esta­ba mirando directamente a los ojos y se puso nerviosa.

—¿Te está bien?

—Perfecta.

—Me alegro. De nada —contestó—. Era per­fecta para ti —añadió sin saber qué decir.

Ambos sonrieron. Ella, abiertamente; él, no tanto. Los dos sabían que la camisa hawaiana de vivos colores no le podía ir menos.

—Para ser sincera, te iba a comprar una ca­misa blanca de vestir exactamente igual que la tuya en la que envolviste a Alisha cuando na­ció, pero luego me di cuenta de que no sabía que talla de cuello tenías y, entonces, vi la ha­waiana y no me pude resistir. De todas for­mas...

—¿___________?

—¿Qué?

¿Se había acercado él o había sido ella?

—¿Te estoy poniendo nerviosa?

Había sido él.

—¡Claro que no!

Entonces, se dio cuenta de que habían sido los dos. Ambos se habían acercado. ___________ tragó saliva.

—Bueno, tal vez un poco. No hay mucha luz.

—Sí, me han avisado de que han tenido que cortarla para arreglar algo y, como este despacho es interior, no hay mucha luz natural. Se supone que los jueces no podemos soñar despiertos.

—Norma me ha dicho que querías verme — apuntó ___________ sin poder dejar de mirarlo.

—¿Quieres cenar conmigo este fin de sema­na?         

—¿Cenar?

—Antes de que digas que sí, debo advertirte que es una invitación para una cena casera en casa de mis padres.

—¿En casa de tus padres? —repitió por se­gunda vez. ¿Cuándo se había convertido en un loro?—. ¿Tu madre quiere conocer a Alisha?

—Mi madre fue profesora treinta y seis años y nunca se olvida de nada. Menos, de una pro­mesa.

—Bien, de acuerdo. Me parece fenomenal que tu madre conozca a Alisha. Me sorprende porque... bueno... como no me has llamado... creí que...

___________ cerró la boca y los ojos. Cuando los abrió, se encontró con que Tom iba hacia ella lentamente. Reculó, pero se dio contra la mesa.

¿Qué había hecho con el maletín? Como no lo tenía cerca, no sabía qué hacer con las manos.

¿Qué tal ponerlas sobre un buen par de hom­bros?

—No me gusta mucho hablar por teléfono.

 ___________ pensó que, por eso, nunca llamaba antes de presentarse en su casa.

—¿Qué tal está Alisha, por cierto?

—Fenomenal. Ya no se despierta por las no­ches y ha engordado —contestó ___________ en un hilo de voz. Tom se había acercado tanto que sentía su aliento en la cara.- Estás trabajando.

—Ya lo sé.

—Los dos estamos trabajando —insistió de­seando no ser tan obvia. ¿Por qué no le decía que el cielo era azul y que tenía los ojos marro­nes?

Sí, tenía unos preciosos ojos marrones que cada vez estaban más cerca.

—Tom.

No contestó. ___________ se dio cuenta de que no tenía sentido decirle que solo eran amigos. Los dos sabían que no era así. Deberían ponerle lími­tes a su relación. Tragó saliva. Si es que aquello era una relación.

¿Lo era? ___________ se mojó los labios.

—¿Cómo describirías lo que hay entre noso­tros?

—Parafraseando a mis hermanos, di­ría que nos ponemos cachondos mutuamente.

—Ay, madre. Ay Dios, Pero, eh, eso... Sí, su­pongo que sí.

—Bueno, eso fue solo al principio. Me gus­tas, ___________. ¿De verdad?

—Somos profesionales, así que esto debería ser...

—¿Secreto?

—Platónico —dijo ella a la vez.

—¿Te has dado cuenta de que la cantidad de veces que hablamos a la vez?

 ___________ asintió.

—Me quedo con lo que yo he dicho.

—Claro —apuntó ___________ tapándose la cara con las manos.

Tom se las quitó con delicadeza. ___________ Madison tenía los ojos más verdes y bonitos del mun­do. Estaba perpleja y no era para menos. Al fin y al cabo, la acababa de abordar. Él había tenido tiempo para asimilar lo que iba a hacer. Avanzar, cercar y retirarse.

Llamarla a su despacho había sido el avance, todo lo demás hasta entonces el cerco y ahora to­caba la retirada. Era la parte que menos le gustaba.

Dio un paso atrás.

—Tengo un montón de casos que atender.

___________ abrió la boca, pero no dijo nada.

—¿Te parece bien que os recoja sobre las seis y media?

___________ asintió confusa.

—A las seis y media —repitió. Sí, efectiva­mente, era un loro—. ¿Qué día?

— El sábado.

— Muy bien. Hasta entonces.

Tom le dio su maletín y salió por la puerta. ___________ miró a su alrededor atónita y salió por la otra.


CHICAS.... sorry por la tardanza... pero e tenido una semana demasiado ocupada.. y de mi trabajo no he podido subir porque e tenido toda la semana a mi jefa ¬¬ y no me deja entrar a internet...
Pero espero que les guste el capi..

Y comenten.. por lo menos para alegrarme un poco el dia con sus comentarios.. porque no me siento muy bien =/ ...
Las Quiero
Bye =)

martes, 18 de junio de 2013

Capitulo 11


___________ abrió un ojo y lo volvió a cerrar. Se estiró. Había estado soñando. Abrió los ojos.

Si había estado soñando era porque había es­tado durmiendo. Se levantó de un respingo. No oía a la niña.

De repente, recordó que Alisha estaba con Tom.

Miró el reloj. Tuvo que mirarlo tres veces. ¿Las seis de la tarde? Imposible.

Solo le había dado a Tom un biberón y la niña solía comer cada dos o tres horas. Debía de estar muerta de hambre.

Al salir de su habitación, oyó a la niña y, al bajar al salón, se encontró a Tom paseándola, acariciándola y hablándole. Nada. La niña estaba llorando ya.

—¿Cuándo habéis vuelto? —le preguntó yen­do hacia él y agarrando a su hija.

—Hace tres horas.

—Debía de estar más cansada de lo que creía.

—No ha llorado hasta ahora.

—¿Se ha tomado toda la leche que te di?

—Hasta la última gota hace dos horas y me­dia —contestó Tom muy cerca de ella—. He descubierto que se pone como una loca si le das agua en vez de leche —añadió con cariño. ___________ sintió que se derretía. Alisha estaba llorando a voz en grito.

—Perdona un momento.

Se la llevó a su habitación y le dio el pecho. Había dormido cuatro maravillosas horas. Se sentía con fuerzas como para comerse el mundo. Recordando cómo agarraba Tom en brazos a su hija, sintió un cálida sensación en el corazón. Aquello era como...

Amor. Sonrió. Se miró en el espejo. “Ya había" pasado por aquello. Ya se había precipitado an­tes enamorándose demasiado rápido. Era dema­siado pronto. Y ahora tenía una hija. Tenía que darle un futuro. Por el bien de Alisha, debía ser fuerte. Tenía que ser sincera consigo misma... Aquello le hizo recordar lo que Tom le había di­cho de la sinceridad.

Tragó saliva. Ella era sincera la mayoría de las veces. ¡De verdad! Excepto alguna mentirijilla que les decía a sus amigas para no hacerlas sufrir,  nunca mentía.

¿Y las mentiras por omisión?, le dijo su con­ciencia.

Sé le vino a la cabeza la cara de su ex marido. Frankie DeMarco era un hombre guapísimo que la había querido al principio. No era mala perso­na. De hecho, se habían divorciado como ami­gos. Se defendió diciéndose que había intentado hacer lo correcto. La situación no había sido fá­cil. ¿Podría haberla llevado de otra manera?

Miró a Alisha y supo que había hecho lo co­rrecto para su hija. Siempre intentaba hacer lo correcto, pero la vida no era blanco o negro, ha­bía muchos matices de grises.

Miró el regalo que había comprado para Tom y pensó en todo lo que aquel hombre había he­cho por ella y por la niña. Quería que tuviera un recuerdo. No podía darle mucho más. A pesar de lo que había sentido hacía unos minutos al verlo con su hija en brazos, no podía darle su corazón.

Mientras terminaba de darle de comer a Alis­ha, se alegró de haber reflexionado. No, no esta­ba enamorada de Tom Kaulitz. Todavía. Lo úni­co que tenía que hacer era seguir así.

¡Menudo alivio!

—¿Qué le han parecido a Alisha los cambios del código penal? —le preguntó.

—¿Cómo?—dijo Tom desde el salón. Después de todo lo que habían pasado juntos, aquello de hablar a distancia le pareció una ton­tería. Se tapó el pecho con una toallita y salió al salón. Se sentó en la mecedora y siguió dando de mamar a la niña.

—¿Qué habéis estado haciendo todo este tiempo?

___________ vio que Tom tragaba saliva con dificul­tad.

—¿Te resulta violento?

Tom negó con la cabeza. Estaba dando de co­mer a su hija. No había nada sexual en ello. En realidad, era lo menos sexual del mundo. Era maternal y bonito.

El problema era que su imaginación se había disparado.

___________ se levantó.

—¿Dónde vas?

—Te estoy haciendo pasar un mal rato. Ya termino en mi habitación.

Tom la agarró del brazo para impedírselo.

—___________, no es eso lo que me está volviendo loco.

Ella lo miró con los ojos como platos al com­prender que Tom la deseaba. Ningún problema si no hubiera sido porque ella sentía lo mismo. Se hizo un silencio sepulcral. Se había dicho que no se iba a enamorar de él, pero era más fácil de­cirlo que hacerlo.

—Tom.

—___________ —dijo él a la vez. Tom se echó hacia delante.

—Acabo de dar a luz.

—Lo sé —contestó él—. ¿Es para mí? —aña­dió señalando el paquete que ___________ había dejado sobré la mesa.

—Sí, es de parte de Alisha.

—¿Ya la has llevado de compras?

—Cuanto antes aprenda, mejor.

Tom la miró. Parecía confundida. Se volvió a sentar en la mecedora y en ese momento sonó el teléfono. Era su hermana. Se estaba alejando cuando él lo que quería era acercarse.

Tom decidió que podía esperar. Era un hom­bre paciente.

—Debe de ser el día de las hermanas porque yo he estado antes con la mía —le comentó cuando ___________ colgó.

—¿Ah sí?

—Sí, vino a verme a casa mientras tú dormías.

—¿Te ha visto con Alisha?

—Sí —contestó Tom metiéndose las manos en los bolsillos por razones obvias.

—¿Te ha hecho muchas preguntas?

—¿Tú qué crees?

—¿Le has contado la verdad? Tom asintió.

—Entonces, no es por eso por lo que habéis discutido —apuntó ___________.

  Tom se quedó helado. ¿Cómo se había dado cuenta?

—No hemos discutido, exactamente. Lo que pasa es que Sky y yo tenemos diferentes puntos de vista sobre ciertas cosas.

—¿Quieres decir que ella no está cegada por tu cerebro y tu belleza?

Tom se sorprendió a sí mismo riéndose. La miró y vio que estaba sonriendo. Se preguntó si sabría qué efecto tenía sobre él su sonrisa.

Sabía que tenía que frenar antes de que ___________ pusiera punto final a algo que todavía no había comenzado. Además de ser abogado, aca­baba de dar a luz. Tanto física como psicológi­camente era demasiado para empezar una rela­ción.

Aquello lo enfureció, pero sabía que tenía que esperar.

—¿En qué no estáis de acuerdo?

— Sky cree que no soy capaz de ser espontá­neo.

—¿Le has dejado claro que está equivocada?

—Cuando Sky está en un momento de esos suyos de lo sé todo, no es fácil hacerla cambiar de parecer.

—Madre mía, pues sí que os parecéis poco.

Tom se volvió a reír. Era la segunda vez que lo hacía en pocos minutos. Aquello no era pro­pio de él. Se sentía como un niño con la nariz pegada al escaparate de la juguetería cinco minutos antes de que la cerraran. No podía meterle prisa a ___________, pero se moría por hacerlo. Tenía que pensárselo bien.

—Os dejo tranquilas —anunció levantándose.

— ¿De verdad?

—¿Suelo mentir?

Tom vio que a ___________ se le cambiaba la cara y no supo por qué.

—¿Puedo? —dijo señalando el regalo. ___________ asintió. Aunque sentía curiosidad por ver lo que le había comprado, decidió abrirlo luego.

—Tom.

La miró. Estaba tan guapa con el pelo suelto, sentada en la mecedora dándole el pecho a Alisha. No se quería ir. No era sencillamente que de­seara a una mujer. Aquella situación no tenía nada de sencilla. ___________ no se parecía a ninguna mujer con la que había salido, así que iba a tener que aproximarse a ella de forma diferente. Había decidido avanzar, cercar y retirarse.

—¿Te pasa algo? —le preguntó ___________.

—No, en absoluto.

___________ lo miró unos segundos y Tom no bajó la mirada.

Avanzar, cercar y retirarse.

—Gracias —dijo ___________.

Tom no sabía muy bien por qué se las estaba dando, pero sonrió.

—De nada —contestó—. Gracias a ti.

  Salió de la casa y se montó en el coche dejan­do el regalo en el asiento del copiloto. Encendió el coche tranquilamente y puso rumbo a su casa. Miró el paquete diez veces y, cuando le tocó un semáforo en rojo, ya no pudo más y lo abrió. Ni paciencia ni nada.

 Lo miró, leyó la nota que lo acompañaba y, para cuando el semáforo se puso en verde, arran­có sonriendo.


CHICAS... aquí un nuevo capi... y sobre lo de terminar la ficc.. esta semana.. parece que no será así... ya que en mi trabajo y en mi instituto.. se pusieron de acuerdo para dejarme la semana llena de exámenes... y un monton de documentos en mi trabajo...¬¬ ... asi que estare ausente creo... todavía no lo se jajaj xd... espero les guste el capi...

Las Quiero
Bye =)

viernes, 14 de junio de 2013

Capitulo 10


Cuando llamaron a la puerta, Tom decidió no abrir porque Alisha estaba dormida. Cuando llamarón una segunda y una tercera vez, no tuvo más remedio que ir a ver quién era. Dejó a la niña en el sofá y fue a abrir.

Era su hermana, Sky, e iba a llamar por cuarta vez

—Mira que has tardado —dijo entrando como si fuera su casa.

Su hermana era diseñadora de joyas y se aca­baba de prometer, así que vivía entre Black Arrow y Houston.

—Adivina con quién me acabo de encontrar —le dijo.

—¿A quién?

—A Renee.

—¿A Renee Lewis?

Sky se quitó la cazadora.

—Me ha preguntado con mucha curiosidad qué era de tu vida, así que supongo que no es ella la causa por la que no te vemos el pelo últi­mamente.

Tom se apoyó en la encimera de la cocina para terminarse la taza de café que se estaba to­mando y Sky se sentó en una silla.

Tom miró hacia la puerta del salón y se dijo que no podía hacer nada excepto esperar a que se fuera.

—¿Qué pasa? —le preguntó su hermana si­guiendo su mirada.

—Nada. ¿Por qué?

Sky lo miró de arriba abajo y Tom se alegró de haber metido los biberones de la niña en la nevera.

—Porque hablas en susurros. ¿Tienes a una mujer escondida o qué?

Tom no se había dado cuenta de que estaba susurrando, así que carraspeó.

—¿Crees que me dedico a esconder mujeres? ¿Qué tal estás? ¿Y cómo va Dom?

—Dom está fenomenal —sonrió Sky encan­tada—. ¿De verdad no te interesa Renee Lewis? —insistió mirándolo fijamente.

Los Kaulitz eran bastante dados a hacer parejitas y a su hermana le encantaba. Al ver que Tom no contestaba, se dio por vencida.

No era la primera visita que recibía aquel día. Nada más volver de casa de ___________ de madruga­da, había aparecido su primo Bram porque había visto luz en su casa. El sheriff insistió en que le contara qué había estado haciendo porque asegu­raba que todavía olía a sábanas femeninas.

—Ojalá —había contestado Tom sincera­mente.

Era cierto que había estado teniendo fantasías con una mujer. Hasta ahí, ningún problema. El problema era que esa mujer era ___________ Madison, a la que apenas conocía. Tom Kaulitz no fantaseaba con mujeres a las que no conocía. Pero eso no se lo iba a contar ni a su primo ni a su hermana, así que preguntó por Renee.

—¿Qué tal está Renee?

Sky entornó los ojos.

—Como siempre. Callada, inteligente y abu­rrida.

Sky se tapó la boca y miró a su hermano mayor.

— Si estás saliendo con ella, tacha todo lo que acabo de decir.

Tom tardó unos segundos en aclararle que no estaba saliendo con Renee y Sky se mostró visi­blemente aliviada.

Entonces, cambió de tema y se puso a hablar de sus padres. Tom dejó de escucharla y se puso a recordar el tiempo que había salido con Renee hacía un año. A Sky y a Bram nunca les había gustado, pero la habrían aceptado si él la hubiera aceptado como su mujer. La verdad era que sería la esposa perfecta para alguien que quiera optar a juez del Supremo. Era una mujer callada y pru­dente, que tenía los mismos gustos culinarios, musicales, literarios y artísticos que él. Se dio cuenta de que solo la había visto con el pelo suelto una vez y de que no había sentido la más mínima curiosidad por tocárselo.

Nunca había jugado a tirarse agua de un char­co.

No creía que los delincuentes pudieran reinte­grarse en la sociedad y no se levantaba a las tres de la madrugada para sacar a uno de la cárcel. No tenía una hija sin marido. Entonces, se dio cuenta de que ___________ nunca le había hablado de su ex marido, ni siquiera de pasada. Renee no había estado casada. Otra razón por la que era perfecta para él. El único problema era que lo aburría soberanamente.

—¿Has ido a verlos hace poco? —preguntó Sky refiriéndose a sus padres—. Ni se hablan. Ya sé que todos dijimos que los diez millones de dólares que aparecieron en la cuenta de la abuela Gloria cuando murió iban a ir a una fundación benéfica, pero creo que deberíamos gastar un poco en pagarles un crucero o algo.

—No me parece buena idea, ¿sabes? —sonrió Tom.

—Tienes razón. Mamá podría tirar a papá por la borda—sonrió Sky.

—No te preocupes, hablaré con ellos.

Sky se levantó para marcharse cuando oyó un lloriqueo en el salón.

—¿Qué ha sido eso?

—¿El qué?

—¿Tienes un perrito? Imposible. Su señoría Tom Kaulitz nunca tendría un perrito. -Aquello le dolió.

—¿Es la tele?

A Tom no le dio tiempo de contestar. Alisha ya estaba llorando. No podía hacer nada. Siguió a su hermana hasta el sofá.

—¿Qué es esto?

—¿Tú qué crees?

— Un bebé.

 Hermanas. Tom pasó a su lado.

—Eso es exactamente lo que es —dijo agarrándola y llevándosela a la cocina para darle de comer.

—¿De quién es? —preguntó Sky encantada.

— De una amiga.

—¿La misma que se puso de parto aquella tarde de tormenta?

—Ya veo que te has enterado.

—Salió en las noticias. Tom. ¿Me dejas? —le dijo agarrando a la niña mientras él calentaba el biberón.

—No sabía que se te dieran bien los niños. ¿Desde cuándo tienes trato con ellos? Tú, que no has hecho más que estudiar toda tu vida, tanto en el colegio como en la universidad, que te has convertido en el juez más joven de la historia del condado, que vas directo a ocupar un puesto en el Supremo y que te casarás algún día con una mujer pura como la nieve.

Le había puesto de superficial, remilgado y, lo peor, tan aburrido como Renee Lewis. Tom no se había sentido aburrido salpicando agua del charco la semana anterior y ayudando a traer a Alisha al mundo.

—Ponerse objetivos en la vida, Sky, no es ningún pecado.

—A veces, lo mejor viene cuando no nos lo esperamos.

Aquello le recordó a Tom la última profecía de su bisabuelo. «El lobo gris no quiere ver la verdad».

Sky lo miró sorprendida porque no se lo ha­bía discutido.

—Soy yo. Tom, tu hermana pequeña, la que encontró la lista que utilizabas para puntuar a las mujeres.

—Eso fue hace años —contestó Tom toman­do a Alisha de brazos de su hermana y dándole el biberón.

—¿Me estás diciendo que serías capaz de enamorarte de una mujer que tuviera un pasado turbio?

—Sí. Supongo —contestó dudándolo.

—¿Y de casarte con ella?

Tom se quedó pensando en la cantidad de po­líticos que veían su carrera tirada por la borda por errores cometidos en el pasado. No contestó.

—¿Sabes lo que creo? —dijo su hermana.

—Ni idea.

—Creo que deberías revisar la lista. La próxi­ma vez que conozcas a una mujer que te haga reír, enfadar y que te vuelva loco, cásate con ella. Aunque tenga un pasado turbio.

Se quedó mirando a su hermano. Tom estaba pensando que ya conocía a una mujer que lo ha­cía reír, enfadar y que lo volvía un poco loco. Se preguntó si ___________ tendría secretos de los que avergonzarse. Decidió no decírselo a Sky.

-¿Qué? ¿No dices nada?

-He aprendido que, normalmente, la gente no aprende nada cuando lo único que sabe hacer es hablar de los demás.

Sky cerró el pico. Le había dado en un punto flaco. Tom sabía que no le gustaba que le recor­dara» que era la única que no tenía una carrera universitaria. Sky se levantó y fue hacia la puer­ta.

—Sky.

Su hermana se dio la vuelta.

—Pensaré en lo que me has dicho. Los dos sabemos que tú eres más lista que yo y que no necesitas un título universitario para que lo de­muestre.

Sky lo miró sorprendida y Tom ,supo que lo había perdonado al instante.

—La madre de Alisha y yo somos... es mi amiga.

Sí, una amiga a la que quería llevarse a la cama desesperadamente.

—No te preocupes. No diré nada.

Sky se fue y Tom continuó dándole el bibe­rón a Alisha. La niña lo miró y él se puso a pen­sar en la profecía de su bisabuelo y en la des­cripción que de él acababa de hacer su hermana. No salía muy bien parado de ninguna de las dos cosas.

La niña siguió comiendo completamente en su mundo.

—Te pareces a tu madre —dijo Tom—. Cla­ro que nunca he visto a tu padre.

Cuando terminó de darle el biberón, se la puso al hombro.

—Tu madre no tiene un pasado turbio, ¿ver­dad que no?

 La respuesta de Alisha fue un sonoro eructo.


Chicas.. espero les guste el capi....
Y ya creo que la próxima semana terminara la ficc.. esta fue ultra rápida... para poder subir la otra ficc que tengo pensado....Pero bueno.. si es que el estudio y el trabajo me da tiempo xd jajajaja

Las Quiero
Bye =)

jueves, 13 de junio de 2013

Capitulo 9


Tom abrió los ojos sin saber por qué se había despertado.

El teléfono volvió a sonar. Miró el reloj. Las tres de la madrugada. Un número desconocido. Alargó el brazo y descolgó.

-¿Sí?

-Siento molestarte.

Tom dio un respingo.

-¿___________?

-Sí.

—¿Qué te pasa?

—A mí, nada, pero necesito que me hagas un favor. .

 —Dime.

—Tengo que salir.

—¿A las tres de la madrugada?

—Sí, Mis padres se han vuelto a Chicago y no puedo llevarme a Alisha.

—¿Dónde vas?

___________ no contestó inmediatamente.

—A la cárcel.

—¿Qué? —exclamó.

—Tengo que ir a sacar a un cliente. No es lu­gar para una recién nacida. Como es viernes, mis dos amigas más íntimas han salido. No sabía a quién llamar y, como ahora somos amigos. ¿Te parece una faena terrible?

Eran amigos desde hacía menos de una sema­na y sí, le parecía una terrible faena. No por él sino por ella.

No le hacía ninguna gracia que tuviera que salir en mitad de la noche para hacerse cargo de un delincuente de pacotilla.

—En diez minutos estoy ahí —contestó co­menzando a vestirse.

Tardó nueve y medio. Se pasó todo el trayec­to intentando dilucidar qué le iba a decir para convencerla de que la cárcel tampoco era lugar para ella.

Era una noche sin luna ni estrellas y en aquella parte de la ciudad no había alumbrado eléctri­co. Bajó del coche y fue hacia el porche.

—Qué rapidez —dijo ella abriendo la puerta sin que le diera tiempo a llamar.

A pesar de la hora que era estaba radiante.

—___________, no me parece buena idea que vayas a la cárcel a estas horas.

—Sé lo que hago, Tom.

—Son las tres y cuarto de la madrugada. ¿No pueden esperar hasta las ocho? ¿Quién te ha to­cado esta vez? ¿Un camello? ¿Un conductor bo­rracho?

—¿Me vas a cuidar a Alisha o no?

—Te he dicho que sí, ¿no?

Punto y final. De momento. ___________ le dio unas cuantas instrucciones sobre biberones, leche, agua, pañales, el dejó el móvil anotado y el nú­mero del pediatra de la niña.

—¿Cuánto vas a tardar?

—Como mucho una hora —sonrió ella—. Le estaba dando de comer cuando llamaron de la cárcel, así que no debería volver a querer comer hasta dentro de dos horas. Te agradezco mucho esto. Tom y sé que te debo una explicación — dijo metiendo sus cosas en el bolso—. Técnica­mente, este hombre es cliente del señor Walker, pero como Cecil y su mujer no están en la ciu­dad, me lo han pasado a mí.

Tom sabía quién era Cecil Walker. No lo co­nocía personalmente, pero sabía, como todo el mundo, que llevaba ropa y gafas viejas no por descuido sino por falta de dinero porque aquel hombre aceptaba siempre los clientes que no podían pagar.

Tom no sabía por qué le dolía aquello, pero así fue.

Escuchó las últimas explicaciones de ___________ sobre cómo comprobar la temperatura de los bi­berones en la muñeca.

—¿Alguna pregunta?

—¿Hay alguna manera de convencerte para que no lo hagas?

Al ver la mirada de ___________, comprendió que no.

—En ese caso, buena suerte y, por Dios, ten cuidado.

—No te preocupes, no voy a tardar.

—De acuerdo.

___________ le dio un beso a la niña, se puso el abri­go, agarró el maletín y salió por la puerta. Tom oyó el motor y vio las luces alejarse.

Se preguntó qué iba a hacer hasta que volvie­ra. Encendió el televisor. Cuando el programa se estaba poniendo interesante, oyó los primeros lloros de Alisha. En pocos segundos, estaba llo­rando a pleno pulmón.

La tomó en brazos, pero nada. Se paseó arri­ba y abajo con ella, pero lo único que consiguió fue que le chillara en el oído.

___________ le había dicho que le acababa de dar de comer, así que no podía tener hambre. Tal vez se hubiera hecho pis. Hizo una mueca de disgusto al pensar qué más podía acompañar a ese pis. La puso sobre el sofá y le abrió el pañal. Completa­mente seco y limpio. Por desgracia, al quitárselo lo había dejado hecho unos zorros, así que no iba a tener más remedio que ponerle otro. Para cuando lo consiguió, la niña berreaba como una loca y él estaba sudando.

—La primera vez que te tuve en brazos, no llorabas así —le dijo acunándola de nuevo.

Alisha se calmó un poco. Cuanto más le ha­blaba y andaba, mejor.

—Buena chica —le dijo mirando el reloj.

¿Solo diez minutos? ¡Hacía solo diez minutos que ___________ se había ido!

Se dijo que no había motivos para sentir páni­co. Así se lo dijo también a Alisha. No era para tanto. Solo unos cincuenta minutos más.

Aquello de los bebés era mucho más difícil de lo que parecía.

 

 

___________ se estremeció de frío de regreso a casa. Estaba casi amaneciendo. Sacar al cliente de Cecil había llevado más tiempo del que había creído.

Supuso que Tom le iba a bombardear a pre­guntas en cuanto entrara por la puerta. No podía revelar información. Al fin y al cabo, él era el juez y el cliente tenía derecho a un juicio justo.

Bostezó y aceleró. Nada más llegar a casa, vio que las luces de la cocina y del salón estaban encendidas. No supo si interpretarlo como una mala señal.

La  niña era un cielo durante el día, pero no durante la noche.

Entró por  la puerta de atrás. Todo estaba en silencio. Fue de puntillas hacia el salón.

Había varios pañales por el suelo y el biberón del agua tirado sobre la mesa. Al acercarse al sofá, los vio a los dos durmiendo.

Tom estaba tumbado con el cuello en una postura que no parecía muy cómoda y las pier­nas dobladas porque no le cabían. Tenía las ma­nos sobre la espalda de Alisha, que dormía plá­cidamente sobre su pecho.

___________ sintió una oleada de cariño. Se acercó un poco más y apagó el televisor. Se inclinó so­bre el sofá e intentó agarrar a Alisha, pero no pudo. Comenzó a apartar cuidadosamente los dedos de Tom.

Lo miró y se encontró con sus ojos abiertos y recorriendo su cara, sus labios, su cuello y más abajo. Obviamente, le estaba gustando la vista.

Debería haberse incorporado, pero, de alguna manera, sus manos terminaron encontrándose.
 
 
SU mano era muy pequeña al lado de la de Tom.
—Voy a meter a Alisha en la cuna —susurro Tom quitó la mano que tenía sobre la niña, pero no la que tenía con la de ___________.
—¿Qué hora es?
—Las cuatro y media.
Sus ojos se encontraron.
—He tardado un poco más de lo que había previsto —le aclaró sintiendo que se derretía por dentro ante su mirada—. La niña te ha dado la noche,¿eh?
Tom sonrió y la acarició la muñeca por dentro.
 —¿Todas las noches son así?
—Últimamente, sí. ¿Cómo has conseguido dormirla?
— He llamado a mi madre —confesó.- ___________ sonrió.
—¿Y ha venido?
Tom negó con la cabeza.
—Me ha ido diciendo por teléfono lo que te­nía que hacer.
—Agradéceselo de mi parte.
Tom se encogió de hombros.
—Ha contestado desde la habitación de invi­tados, así que mis padres ya ni duermen juntos — le dijo sin saber muy bien por qué compartía aquello con ella.
—¿No le ha importado que la despertaras en mitad de la noche?
—No, si puede conocer a Alisha.
___________ sonrió.
—No hay problema.
—Se lo diré. ¿Son imaginaciones mías o Alisha llora más fuerte por las noches? —pre­guntó Tom incorporándose un poco.
___________ volvió a sonreír.
—Según los libros que he leído, es por la ansiedad que les crean las separaciones.
—¿Es grave?
___________ se encogió de hombros.
—Por lo visto es normal y no se puede hacer nada.
     —¿En serio?
___________ se volvió de encoger de hombros.
—Dicen que echan de menos estar dentro de la madre, donde se encuentran mucho más segu­ros.
—¿De verdad hay gente que se dedica a es­cribir esas cosas?
—No te lo puedes ni imaginar. Hay expertos para todo. He descubierto que, a veces, se equi­vocan. Por ejemplo, en el caso de Alisha, ¿por qué le iba a dar la ansiedad solamente por la noche?
—No creas todo lo que lees —le aconsejó Tom.
___________ se incorporó por fin y agarró a la niña. Alisha no dijo ni pío cuando la metió en la cuna. Tom no sabía si los expertos dirían que estaba agotada de tanto llorar, pero sí sabía lo que le es­taba pasando a él. Eso no necesitaba que se lo dijera ningún experto.
Se levantó rápidamente del sofá y miró a su alrededor. Lo había puesto todo perdido, así que comenzó a recoger.
—¿Tus padres tienen problemas matrimonia­les? —le preguntó ___________ al volver.
—Más o menos.
—¿Cuánto llevan casados?
Tom no quería hablar de sus padres, así que no contestó. Tenía algo mucho más divertido en mente.
   —¿Te da miedo que se divorcien? —insistió ___________.
—Mi madre prefiere matarlo. De divorciarse, nada. — murmuró Tom—. Sé de una que seguro que la defendería.
___________ se rió desde la otra punta de la habita­ción. Tom se preguntó cómo sería oír aquella risa en un contexto mucho más apasionado. ___________ lo miró de repente y lo pilló mirándola.
Tom se acercó a ella.
—Tom, no...
—¿Qué?
___________ tragó saliva.
—Dijimos que éramos amigos.
Tom asintió.
—Estaba dispuesta a ser tu amiga.
—¿Estabas?
___________ se mojó los labios.
—Estoy dispuesta a ser tu amiga.
—¿Sientes esta atracción por todos tus ami­gos?
—No —contestó ella—. ¿Y tú?
—Tampoco.
Tom sabía que debía irse antes de que ___________ le parara los pies.
—¿A qué hora te paso a recoger mañana? Bueno, más bien hoy. ¿A qué hora os recojo a ti y a la niña para ir a ver a mi madre? Has dicho que podías, ¿no?
—Sí, supongo que lo he dicho, pero...
   ___________ estaba alucinada.
—Duerme un poco. Ya quedaremos luego.
___________ no entendía nada. Tom se alegró de es­tar acostumbrado a ser un muro impenetrable en los juzgados. También le servía para su vida per­sonal.
Se fue convencido de que sentía por ___________ algo más que una simple amistad.
—¡Tom! ¿Pero es que no tienes teléfono? — dijo ___________ a las dos de la tarde.
Tom había aparecido sin avisar, como siem­pre.
—¿No me dijiste que tenía que ser más es­pontáneo? —dijo divertido.
—Si me hubieras llamado, te habría dicho que no estoy preparada. No podemos ir hoy a casa de tus padres.
Buena excusa para no verlo.
—No he venido por eso.
—¿Ah, no? ¿Entonces?
Buena pregunta. Tom la observó detenida­mente. Estaba pálida y con unas terribles ojeras. Lo había ideado de vuelta a casa a las cuatro y media de la madrugada.
—He pensado que te vendrían bien unas va­caciones.
—¿Cómo?
—El agotamiento te está dejando sorda.
___________ le sacó la lengua.
—He pensado que te vendría bien que me lle­vara a mi ahijada una horita.
—¿A tu ahijada... ?
— Estás agotada. Te vendrá bien —la inte­rrumpió Tom.
— ¿De verdad te la quieres llevar?
Tom asintió y ___________ se sintió encantada. Se preguntó si lo de la ahijada había sido una bro­ma. Al fin y al cabo, ella no le había pedido que fuera su padrino. Había sido su padre, pero Tom no podía creer que...
Bueno, aparte de eso, sentía curiosidad por la oferta de Tom.
—¿Y qué vas a hacer tú con Alisha durante esa hora?
—Dar una vuelta en coche. Es sábado y hace una tarde bonita. También me la puedo llevar a casa y contarle los últimos cambios del código penal. Cuando no está llorando como una bestia, sabe escuchar.
___________ disimuló un bostezo.
—Cierto. ¿Y si te ve alguien? ¿Qué vas a de­cir?
—La verdad.
—¿Sí?
—Sí, que unos extraterrestres la dejaron en la puerta de casa.
___________ sonrió.
—No, en serio.
Tom la miró fijamente a los ojos.
—No mentiría, ___________. Valoro demasiado la sinceridad.
— ¿Y yo qué hago durante una hora?
—¿Presentarte a las elecciones al Congreso?
___________ entornó los ojos.
. —No, en serio, ¿Qué tal echarte una siesta? Era una idea excelente.
—¿Tienes más biberones? Sé dónde están los pañales. Los he visto esta noche. ¿Qué más me tengo que llevar?
___________ contestó a sus preguntas y a cien más que se le ocurrieron a ella. Le agradecía mucho que pensara en ella y confiaba en él para cuidar de Alisha, así que se la dejó. La metieron en su coche y se encontró diciéndoles adiós.
Se metió en casa y se estremeció al recordar la mirada de Tom cuando le había dicho que va­loraba la sinceridad. Ella, también, pero...
Se quitó los zapatos y se metió en la cama. Tenía que hablar con él cuando volviera. De mo­mento, tenía una hora entera...
Sintió que se le caían los párpados y que su cuerpo comenzaba a relajarse. En una hora tenía que hablar con Tom de...
Algo...
Chicas.. espero les guste el capi...
Si tengo que decirle que en esta ficc no habrá nada de 1313 xd... ya que esta ficc.. es todo lo contrario a las demás.. ya que en esta... Tom y TN si tienen un flechazo de inmediato.. pero espero que igual les guste...
Las Quiero
Bye =)