Cuando ___________
aparcó el coche frente a los juzgados, vio a unos cuantos gorriones en las
ventanas. Hacía un tiempo primaveral desde hacía una semana.
El
tiempo que llevaba sin saber nada de Tom. Bueno, diez días. No pasaba nada,
pero estaba un poco sorprendida. No sabía si le había gustado el regalo. Ni
siquiera la había llamado para darle las gracias.
No
pasaba nada porque, después de todo lo que había hecho por ella y su hija,
pero... le habría gustado que la hubiera llamado.
Se pasó
las manos por la falda, se miró en el espejo y agarró el maletín. Todo en
orden: su apariencia, sus notas para el caso y su vida.
Abrió
la puerta del coche y apretó el botón de cierre. Tenía que ver al cliente de su
jefe en cinco minutos. Como Cecil Walker estaba de baja por un resfriado, tenía
que hacerse cargo ella.
Solo
tenía que representar a la empresa y pedirle a Tom un aplazamiento. Mejor
dicho, pedirle al juez Kaulitz un aplazamiento.
Cerró
la puerta a tiempo de darse cuenta de que se había dejado las llaves dentro.
Consiguió pilladla a medio camino y volverla a abrir. Recuperó las llaves y
fue hacia las escaleras.
Se dijo
que había representado a clientes cientos de veces. No estaba nerviosa. Alisha
estaba con una canguro de toda confianza y tenía todos los documentos que el
juez Kaulitz le iba a pedir.
¿Por
qué no la había llamado? ¿Le habría ofendido un regalo tan barato? No lo tenía
por un hombre que se ofendiera con facilidad. Le había dejado claro que la
deseaba. Estaba segura de que le gustaba. Sin embargo, no había llamado. Así
era mejor, más fácil y seguro para su corazón.
¿Por
qué diablos no la habría llamado? Recordó una frase de su padre. «___________,
tú te quejarías aunque te ahorcaran con una soga nueva».
Se
estremeció al ver a su cliente, que la estaba esperando dentro. No era el mejor
momento para que la abogado se pusiera a pensar en el juez que iba a instruir
el caso de su cliente.
—¿Preparado?
—le dijo.
Clive
Harris asintió, pero se notaba que estaba nervioso. No tenía motivos. Tenía
una sólida coartada. Era imposible que hubiera estado metido en un fraude a
través de Internet. Era pintor de brocha gorda y ni siquiera tenía ordenador. ___________
sospechaba que su ex novia se la quería devolver por haberla dejado.
—No se
preocupe —le dijo—. El juez Kaulitz es muy justo.
Entraron
en la sala y se sentaron.
—¡En
pie! —anunció el alguacil.
Se
abrió la puerta y entró Tom, alto, delgado y atractivo. ___________ sintió que
se le subía el corazón a la boca.
Tom
miró a su alrededor. ___________ no recordaba la última vez que había sentido que
se iba a desmayar.
Sacudió
la cabeza para aclararse las ideas. Su profesionalidad se impuso. Se irguió,
contestó a las preguntas que le hicieron y firmó lo que le pidieron. El juez
estuvo tan serio, prudente y conciso como de costumbre. ___________ no lo miró
ni un segundo más de lo estrictamente necesario.
Les
concedió el aplazamiento que pedían y dio la sesión por terminada. Volvió a
mirar a todos los presentes, pero aquella vez la miró a ella dos segundos más
que al resto.
—¡En
pie! —dijo el alguacil. ___________ obedeció como un robot y sintió que se le
había acelerado la respiración. Tom salió de la sala. ¿Qué demonios le estaba
ocurriendo? Recogió sus documentos, se despidió del cliente y salió con las
piernas temblorosas. ¿Había visto una mirada insondable en los ojos de Tom o
habían sido imaginaciones suyas?
Lo que
no era producto de su imaginación era que se estaba derritiendo. Estaba
exagerando. ¡ Pero si ni siquiera la había llamado!
—Señora
Madison —le dijo una bedel.
—¿Sí?
—dijo ___________ girándose.
—El
juez Kaulitz quiere verla.
___________
tragó saliva.
—¿Le ha
dicho para qué?
La
mujer se encogió de hombros.
—Ni
idea. Es por aquí.
___________
sabía perfectamente por dónde era.
La
bedel llamó a la puerta y se alejó.
—¿Sí?
—dijo Tom desde dentro. ___________ apretó el asa del maletín con tanta fuerza
que se hizo daño y entró.
¿QUERÍAS
verme? —preguntó ___________ al entrar.
Tom
estaba junto al lavabo y apenas la miro.
—¿Te
importaría cerrar la puerta, por favor?
Así lo
hizo ella.
La
habitación no estaba muy bien iluminada, pero veía a Tom con una llave inglesa
en la mano.
—Este
grifo lleva meses mal, pero creo que me lo acabo de cargar definitivamente.
___________
pensó que no estaba utilizando la herramienta correcta. Al fin y al cabo, algo
debía de saber puesto que su padre era fontanero. Sin embargo, no creía que la
hubiera llamado por eso, así que se calló.
Lo
observó mientras se secaba las manos meticulosamente.
—
Gracias por la camisa.
___________
lo miró sorprendida por la referencia al regalo que le había dado hacía diez
días. La estaba mirando directamente a los ojos y se puso nerviosa.
—¿Te
está bien?
—Perfecta.
—Me
alegro. De nada —contestó—. Era perfecta para ti —añadió sin saber qué decir.
Ambos
sonrieron. Ella, abiertamente; él, no tanto. Los dos sabían que la camisa
hawaiana de vivos colores no le podía ir menos.
—Para
ser sincera, te iba a comprar una camisa blanca de vestir exactamente igual
que la tuya en la que envolviste a Alisha cuando nació, pero luego me di
cuenta de que no sabía que talla de cuello tenías y, entonces, vi la hawaiana
y no me pude resistir. De todas formas...
—¿___________?
—¿Qué?
¿Se
había acercado él o había sido ella?
—¿Te
estoy poniendo nerviosa?
Había
sido él.
—¡Claro
que no!
Entonces,
se dio cuenta de que habían sido los dos. Ambos se habían acercado. ___________
tragó saliva.
—Bueno,
tal vez un poco. No hay mucha luz.
—Sí, me
han avisado de que han tenido que cortarla para arreglar algo y, como este
despacho es interior, no hay mucha luz natural. Se supone que los jueces no
podemos soñar despiertos.
—Norma
me ha dicho que querías verme — apuntó ___________ sin poder dejar de mirarlo.
—¿Quieres
cenar conmigo este fin de semana?
—¿Cenar?
—Antes
de que digas que sí, debo advertirte que es una invitación para una cena casera
en casa de mis padres.
—¿En
casa de tus padres? —repitió por segunda vez. ¿Cuándo se había convertido en
un loro?—. ¿Tu madre quiere conocer a Alisha?
—Mi
madre fue profesora treinta y seis años y nunca se olvida de nada. Menos, de
una promesa.
—Bien,
de acuerdo. Me parece fenomenal que tu madre conozca a Alisha. Me sorprende
porque... bueno... como no me has llamado... creí que...
___________
cerró la boca y los ojos. Cuando los abrió, se encontró con que Tom iba hacia
ella lentamente. Reculó, pero se dio contra la mesa.
¿Qué
había hecho con el maletín? Como no lo tenía cerca, no sabía qué hacer con las
manos.
¿Qué
tal ponerlas sobre un buen par de hombros?
—No me
gusta mucho hablar por teléfono.
___________ pensó que, por eso, nunca llamaba
antes de presentarse en su casa.
—¿Qué
tal está Alisha, por cierto?
—Fenomenal.
Ya no se despierta por las noches y ha engordado —contestó ___________ en un
hilo de voz. Tom se había acercado tanto que sentía su aliento en la cara.-
Estás trabajando.
—Ya lo
sé.
—Los
dos estamos trabajando —insistió deseando no ser tan obvia. ¿Por qué no le
decía que el cielo era azul y que tenía los ojos marrones?
Sí,
tenía unos preciosos ojos marrones que cada vez estaban más cerca.
—Tom.
No
contestó. ___________ se dio cuenta de que no tenía sentido decirle que solo
eran amigos. Los dos sabían que no era así. Deberían ponerle límites a su
relación. Tragó saliva. Si es que aquello era una relación.
¿Lo
era? ___________ se mojó los labios.
—¿Cómo
describirías lo que hay entre nosotros?
—Parafraseando
a mis hermanos, diría que nos ponemos cachondos mutuamente.
—Ay,
madre. Ay Dios, Pero, eh, eso... Sí, supongo que sí.
—Bueno,
eso fue solo al principio. Me gustas, ___________. ¿De verdad?
—Somos
profesionales, así que esto debería ser...
—¿Secreto?
—Platónico
—dijo ella a la vez.
—¿Te
has dado cuenta de que la cantidad de veces que hablamos a la vez?
___________ asintió.
—Me
quedo con lo que yo he dicho.
—Claro
—apuntó ___________ tapándose la cara con las manos.
Tom se
las quitó con delicadeza. ___________ Madison tenía los ojos más verdes y
bonitos del mundo. Estaba perpleja y no era para menos. Al fin y al cabo, la
acababa de abordar. Él había tenido tiempo para asimilar lo que iba a hacer.
Avanzar, cercar y retirarse.
Llamarla
a su despacho había sido el avance, todo lo demás hasta entonces el cerco y
ahora tocaba la retirada. Era la parte que menos le gustaba.
Dio un
paso atrás.
—Tengo
un montón de casos que atender.
___________
abrió la boca, pero no dijo nada.
—¿Te
parece bien que os recoja sobre las seis y media?
___________
asintió confusa.
—A las
seis y media —repitió. Sí, efectivamente, era un loro—. ¿Qué día?
— El
sábado.
— Muy
bien. Hasta entonces.
Tom le
dio su maletín y salió por la puerta. ___________ miró a su alrededor atónita y
salió por la otra.
CHICAS.... sorry por la tardanza... pero e tenido una semana demasiado ocupada.. y de mi trabajo no he podido subir porque e tenido toda la semana a mi jefa ¬¬ y no me deja entrar a internet...
Pero espero que les guste el capi..
Y comenten.. por lo menos para alegrarme un poco el dia con sus comentarios.. porque no me siento muy bien =/ ...
Las Quiero
Bye =)