"CAPITULO 7"
___________ no sabía quién
estaba llamando a la puerta, pero fue corriendo a abrir porque Alisha, de ocho
días, estaba durmiendo en el salón y no quería que se despertara por nada del
mundo.
¿Quién sería? Sus amigos
estaban trabajando, sus padres en la compra y era demasiado pronto para que
fuera el cartero.
Al ver a través de los
cristales de la puerta la figura alta y de negro, se le disparó el corazón.
Hacía una semana que no lo veía. Bueno, tampoco era que hubiera estado
contando los días, no.
Tomó aire para calmarse, se
peinó con los dedos y abrió la puerta.
Al verlo, se derritió.
—Tom.
Este
la miró intensamente.
—¿Qué haces aquí?
—Vengó de comer con Bram.
Fuera olía a primavera.
—¿Con Bram Kaulitz, el
sheriff?
Tom pasó sin esperar a que lo
invitaran y se quedó junto a la puerta.
___________ sintió que el
corazón se le salía del pecho.
—¿Vive por aquí?
—No.
—
Entonces., ¿por qué... ?
Sus
ojos se encontraron, ___________ se fijó en su pelo alborotado y la corbata
algo suelta. Tom se tomó su tiempo para contestar. Ninguno se movió.
—He tomado un sendero
equivocado.
___________ no sabía por qué Tom
había apretado los labios con fuerza como si acabara de confesar algo de suma
importancia. Cerró la puerta y, al verse la mano, se la escondió detrás de la
espalda.
—¿Qué es eso? —preguntó él.
—Nada.
—¿Qué
es? —insistió Tom acercándose.
— Ya te he dicho que nada.
___________ dio un paso atrás
y se encontró con la puerta. Tom se acercó más. Estaba tan cerca de ella que ___________
no veía nada más que sus ojos.
Cuando Tom le puso la mano
derecha en la cintura, ___________ sintió un escalofrío y un delicioso deseo
por todo el cuerpo. Sus pechos casi le tocaban el torso. Tom acercó su cara.
Le levantó el mentón con un
dedo y ___________ supo que iba a besarla.
Tenía unos cinco segundos para
decidir si lo iba a permitir o no. La cuenta atrás había comenzado.
Tom se acercaba cada vez más.
NO quería besar
a Tom Kaulitz. Solo tenía que decírselo. No lo iba a besar.
Sintió
que se le paraba el corazón. Los ojos de Tom eran los más soñadores que había
visto nunca. Eran de un marrón intenso, llenos de secretos inexplorados.
Tom
se acercó más.
No
debía besarlo. Había muchas y variadas razones para no hacerlo.
Tom
gimió de una forma muy masculina. ¿Por dónde iba ___________? Ah, sí... Había
muchas y variadas razones para no besarlo...
¿No?
___________ tomó aire y aspiró
su aroma a jabón, primavera y hombre. Ay, madre. Quería besar a Tom Kaulitz.
Dios mío.
Aquello no era solo querer
besarlo, no, es que lo necesitaba. Dios mío. Dios mío. Dios mío.
Cerró los ojos. Aquello fue
todo lo que Tom necesitó para que sus bocas se encontraran.
Su beso fue delicado y
profundo, como él. ___________ sintió una punzada de deseo irreprimible. Sin
dejar de disfrutar de aquel maravilloso beso, estaba atenta a los sonidos de su
hija, que estaba dormida muy cerca de allí.
Aquel hombre era viril y
atractivo, cariñoso y sensual. Estaba claro que se estaba controlando. Solo
pensar en ello, ___________ sintió que se derretía. ¿Y qué pasaría cuando
fueran más lejos?
Si es que ese momento llegaba
algún día.
No podía permitir que aquello
fuera a más. Ni por ella ni por él. Echó la cabeza hacia atrás y consiguió
dejar de besarlo. Abrió los ojos y se lo encontró mirándola con las pupilas
dilatadas. Era tan guapo que le costaba respirar.
___________ sabía que tenía
las emociones a flor de piel a causa del embarazo y del parto. Había leído que
era normal sentir ganas de llorar. No eran ganas de llorar, precisamente, lo
que ella sentía, sino de flotar, de reír, de cantar y de volver a besarlo.
Aquello era peligroso. ¿No se
había prometido a sí misma que no se iba a dejar llevar de nuevo?
Tom se volvió a acercar y ___________
pensó que le había leído el pensamiento y que la iba a volver a besar.
—A ver qué es eso que escondes
—dijo agarrándola de la muñeca.
¿Por eso la había besado, para
desconcertarla y poder averiguar lo que escondía?
No, era imposible. Le costaba
tanto respirar como a ella. Había una increíble atracción entre ellos y ___________
no era la única que la notaba.
—¿Qué
es?
—Ya
que insistes, es un sacaleches —contestó mirando el aparato.
—¿Un
qué?
—Ya
me has oído.
—¿Para...?
___________ asintió.
—Mañana
tengo una cita con un cliente. Mis padres se van a quedar con la niña, pero no
le gusta que la hagan esperar cuando tiene hambre.
—¿Ya
lo has...?
—Todavía
no. Lo iba a hacer cuando llegaste.
—Debe
de doler.
—¿Y qué? Si es bueno para
Alisha, lo hago.
Tom no pudo evitar mirarle los
pechos. Intentó apartar la mirada, pero no pudo. La miraba con ternura y ___________
volvió a sentir aquella sensación en la boca del estómago. Se le endurecieron
los pechos, pero no como cuando la había besado sino...
—Perdona...
—dijo alejándose.
—¿Dónde vas?
Echó un vistazo a la niña de
camino a su dormitorio y no contestó a la pregunta de Tom. Al final, no iba a
necesitar las instrucciones de uso.
Una vez en su habitación, se
sentó en la cama, se desabrochó la camisa y se puso el aparato. Dejó que la
naturaleza hiciera el resto. Era un proceso lento, pero había que hacerlo. Decidió
relajarse y, cómo no, se puso a pensar en el beso.
Un beso que la había arrebatado
el sentido aunque se había prometido a sí misma que no iba a permitir que
ningún hombre la liara. Se sentía atraída por Tom. De repente y con una fuerza
incontrolada que hacía que le temblaran las rodillas. Decidió ignorar aquella
atracción, controlarla hasta que se hubiera esfumado.
Por Alisha. Se debía a su hija
en cuerpo y alma. No tenía padre, solo la tenía a ella. Por eso debía tomar
decisiones acertadas.
Eso implicaba no sentirse
atraída por Tom Kaulitz.
Cuando estaba terminando con
la bomba, oyó los primeros lloriqueos de su hija. Como de costumbre, no tardó
mucho en estar llorando a pleno pulmón.
Ay, madre. No había terminado.
Aquello no se podía apagar. Se
levantó sin saber qué hacer. De repente, la niña se calló.
Fue hacia la puerta y escuchó.
Oyó la voz de Tom, susurrándole a Alisha. Abrió una rendija. NO entendía lo que
le estaba diciendo, pero la niña se había callado. ___________ sintió una
bonita sensación en el corazón.
—Muy bien —dijo Tom—. Ya está.
Claro, así, no se llora. No hay que interrumpir a mamá.
Cuando la niña se había puesto
a llorar, Tom se había muerto de miedo, pero no había tenido más remedio que
acercarse a la cuna y tomarla en brazos. Inmediatamente, se había callado. No
pesaba nada. Una semana antes, no había tenido jamás algo tan pequeñito en las
manos. Sus hermanos, Bill y Seth, tenían dieciocho y diecinueve años y, aunque
cuando nacieron él ya tenía nueve años, habían llegado al mundo casi criados, o
eso decía su madre.
De repente, se encontró
pensando en su madre de una forma nueva. Alisha lo miraba con sus ojitos
grises. Tenía una piel blanca como la nata y pelito castaño, unas orejas
perfectas, una nariz como un botón y los mismos labios voluminosos de su
madre.
—Eso
es —susurró—. Nosotros nos quedamos aquí hablando y paseando mientras tu madre
termina.
Llevaba un
pijama diminuto blanco con ositos rosas en el cuello. Era pequeña y preciosa.
Adorable.
La niña no dejaba de mirarlo.
¿Se acordaría de él? Tom se puso a contarle los últimos casos que había tenido.
La niña bostezó.
—¿Te
aburro?
La
niña se estiró y Tom se encontró riéndose. Alisha no le quitaba ojo de encima.
—Si de mayor tienes la misma
mirada directa, podrías ser un buen juez.
La niña parpadeó y casi
sonrió.
Tom sintió que le estaba
pasando algo, o le estaba dando un infarto o una mujer de apenas tres kilos le
estaba robando el corazón. . Se abrió la puerta y entraron Vinnie y Vi.
—¡Hola,
juez! —saludó el padre.
—¿Dónde
está ___________? —preguntó la madre. Sin darle tiempo ni a contestar, se
acercó y tomó a la niña en brazos con facilidad.
—¿Qué
tal está mi princesa?
—Me
ha sonreído —dijo Tom sin saber por qué.
—Los
bebés tan pequeños no sonríen —dijo Vi.
—Me
ha sonreído —repitió Tom.
—Sería
un gas —apuntó Vinnie.
___________ observó la escena
desde el escondite que le proporcionaba la planta del pasillo. Sintió que un
lagrimón le resbalaba por la mejilla y luego otro y otro.
Estupendo. Y ahora se ponía a llorar.
Se
volvió a meter en la habitación. Desde allí, oyó a su padre hablando a Tom de
lucha libre. Se fue al poco rato. ___________ se dio cuenta de que lo echaba de menos.
No, de eso nada.
Le gustaba, sí, eso estaba
dispuesta a admitirlo. Le gustaba.
Le caía bien. Incluso estaba
dispuesta a admitir que se sentía atraída por él. Por eso, la próxima vez que
lo viera, tenía que cortar aquello de raíz.
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___________ se sentó con su
cliente frente a la mesa. En el juzgado solo estaban ellos, la madre del
acusado, un policía, el fiscal y el alguacil.
El juicio de aquel día era una
mera formalidad. El juez debía decidir si había suficientes pistas para
seguir. Su cliente era una chico de dieciocho años, bueno, sí, un hombre ante
la ley, al que acusaban de allanamiento de morada. Había sucedido en la casa
de su novia, de diecisiete años. Qué coincidencia que fuera el padre de la
chica quien había puesto la denuncia.
La clásica historia de Romeo y
Julieta.
Como la mayoría de sus
clientes, la familia de Brian Jones no tenía dinero para contratar a un
abogado. Brian estaba nervioso, como si fuera a vomitar. ___________ sentía
pena por él, pero le convenía que estuviera así porque su estado y el as en la
manga que tenía podía beneficiarlos.
—¡En pie! —anunció el alguacil.
___________ obedeció y vio
entrar al juez Tom Kaulitz. Los preliminares se sucedieron rápidamente. Se
leyó el número del caso y las acusaciones. El juez preguntó al abogado del
demandante si tenía algo que decir y el aludido dijo que no.
Tom asintió y se dirigió a
ella.
—¿Señora
Madison?
—Sí, una cosa, señoría
—contestó ella poniéndose en pie—. A mi cliente no le leyeron sus derechos en
el momento de la detención.
El otro abogado dio un
respingo y se levantó. Tom lo miró con dureza. Todos sabían que no toleraba
salidas de tono.
—¿Tiene
pruebas?
—Sí,
señoría.
—¿Qué
pruebas? —exclamó el abogado del demandante.
Tom
volvió a mirarlo.
—Las
tengo aquí, señoría —dijo ___________ con calma—. ¿Puedo acercarme al estrado?
Tom
hizo una señal a ambos abogados para que se acercaran. ___________ así lo hizo
con un documento en la mano.
—El
agente de policía que lo detuvo está hoy en la sala y los otros dos testigos
que han firmado la declaración están dispuestos a testificar también —le
informó.
Tom leyó el
documento y, mientras el agente narraba lo ocurrido, no pudo evitar quedarse mirando
los pechos de ___________.
Furioso consigo mismo, apretó
los labios y ordenó que ambos abogados se sentaran.
—¡Caso desestimado! —anunció
levantándose—. Diez minutos —le dijo al alguacil antes de cerrar la puerta
casi de un portazo.
¿Qué le había ocurrido? No había
sido deseo sino algo relacionado, más bien, con pechos, sacaleches y
patuquitos. No había vuelto a ser el mismo desde que había ayudado a la hija de
___________ a venir al mundo y no sabía qué hacer.
Llamaron a la puerta y entró ___________.
—Tenemos
que hablar —le dijo.
—¿De
qué?
Por
un momento, creyó que lo había pillado mirándole los pechos, pero no podía ser
porque estaba más nerviosa que enfadada.
—De...
ayer.
—¿Qué
pasa?
___________
no era una mujer que se quedara sin palabras, pero se encontró que no sabía
qué decir. ¿Es que no quería entenderlo o qué? Tom tenía otro caso y ella tenía
que volver a casa cuanto antes para ocuparse de su hija, así que se lo tenía
que decir cuanto antes.
—Tenemos
que hablar del beso.
Tom
se quedó mirándola fijamente. No, no quería entenderlo.
—Besarnos es...
—dijo mojándose los labios. Aquel movimiento le valió toda su atención—. No
es...
—¿Sí?
—No
es una buena idea —concluyó ___________ viendo que no había rencor en sus ojos.
—¿Cuál
de las dos?
—¿Cómo?
—¿Es
o no es una buena idea?
—No
lo es.
—No
estoy de acuerdo.
¿Había dado Tom un paso al frente?
—Pero...
¿O
había sido ella?
—¿Por
qué no estás de acuerdo?
—Porque
no. De hecho, quiero repetir.
—No
puedes.
—Ya
lo sé.
La estancia estaba
completamente en silencio.
—Estamos
trabajando.
—Eso
también lo sé.
___________
se cruzó de brazos.
—No
he dicho que lo fuera a hacer sino que quiero hacerlo —dijo él con voz ronca.
—Tenemos
que trabajar juntos —dijo ella con voz todavía más grave. Qué Dios la ayudara.
—¿Me
estás diciendo que nos tenemos que olvidar del beso de ayer?
___________
suspiró.
—Sí.
—¿Tú puedes?
Tom tragó
saliva.
—Yo,
no creo. La verdad es que estoy seguro de que no.
—¿Cómo
puedes estar tan seguro?
—Porque
—contestó mirándola a los ojos— lo he intentado.
___________
sintió una descarga eléctrica.
—Te
equivocas.
—¿Yo?
—dijo Tom. Hacía años que nadie le decía que estaba equivocado.
—Sí.
—¿En
qué estás pensando?
Algo le dijo que lo que iba a contestar ___________
no le iba a gustar.
—Le he estado dando muchas
vueltas. Eres un hombre maravilloso. Lo que hiciste por Alisha y por mí... No
tengo palabras para darte las gracias —dijo levantando una mano—. Ya sé que no
quieres que te las dé, lo que me remite a los hechos y el hecho es que no me
convienes.
__________ esperó a que
contestara. Como no lo hizo, se giró y se fue.
Tom no pudo hacer lo mismo.
Tenía unos cuantos casos que atender. Se paseó unos minutos por su despacho
recordando la conversación. ___________ había estado pensando sobre el beso y
había llegado a la conclusión de que no le convenía. No podía tener más
razón.
Se tomó un vaso de agua y se
lavó las manos.
Tal vez ahora que se había
acabado lo que habían compartido pudiera concentrarse.
CHICAS....sorry por no haber subido antes....pero no tenia tiempo..
Y la verdad estoy pensando si seguir o no la ficc... o sino tratar de terminarla lo antes posible.. ya que no me convencio mucho... pero no se preocupen .. ya que quiero empezar a subir otra ficc ^^ por eso quiero terminar pronto esta... ahí ustedes me dicen que piensan =)
Y espero que les guste el capi.. lo hize largo.. ya que e sido mala por no poder subirles seguido ajjaa
Se cuidan
Las Quiero
Bye =)
Hey! Porque la quieres terminar si a mi me gusta u.u pero bueno! Es tu decision ... Siguela esta muy bonita adios
ResponderEliminarNoo Tamithaa no la dejes. A mi me encantaaa!! Es hermosaaa!!
ResponderEliminarEs emocionante las situaciones q pasan..
Siguelsa prontoo.. Okis cuidaye bye :D