miércoles, 26 de junio de 2013

Capitulo 12


Cuando ___________ aparcó el coche frente a los juzgados, vio a unos cuantos gorriones en las ventanas. Hacía un tiempo primaveral desde ha­cía una semana.

El tiempo que llevaba sin saber nada de Tom. Bueno, diez días. No pasaba nada, pero estaba un poco sorprendida. No sabía si le había gusta­do el regalo. Ni siquiera la había llamado para darle las gracias.

No pasaba nada porque, después de todo lo que había hecho por ella y su hija, pero... le ha­bría gustado que la hubiera llamado.

Se pasó las manos por la falda, se miró en el espejo y agarró el maletín. Todo en orden: su apariencia, sus notas para el caso y su vida.

Abrió la puerta del coche y apretó el botón de cierre. Tenía que ver al cliente de su jefe en cinco minutos. Como Cecil Walker estaba de baja por un resfriado, tenía que hacerse cargo ella.

Solo tenía que representar a la empresa y pedirle a Tom un aplazamiento. Mejor dicho, pedirle al juez Kaulitz un aplazamiento.

Cerró la puerta a tiempo de darse cuenta de que se había dejado las llaves dentro. Consiguió pilladla a medio camino y volverla a abrir. Recu­peró las llaves y fue hacia las escaleras.

Se dijo que había representado a clientes cientos de veces. No estaba nerviosa. Alisha es­taba con una canguro de toda confianza y tenía todos los documentos que el juez Kaulitz le iba a pedir.

¿Por qué no la había llamado? ¿Le habría ofendido un regalo tan barato? No lo tenía por un hombre que se ofendiera con facilidad. Le había dejado claro que la desea­ba. Estaba segura de que le gustaba. Sin embar­go, no había llamado. Así era mejor, más fácil y seguro para su corazón.

¿Por qué diablos no la habría llamado? Recordó una frase de su padre. «___________, tú te quejarías aunque te ahorcaran con una soga nue­va».

Se estremeció al ver a su cliente, que la esta­ba esperando dentro. No era el mejor momento para que la abogado se pusiera a pensar en el juez que iba a instruir el caso de su cliente.

—¿Preparado? —le dijo.

Clive Harris asintió, pero se notaba que esta­ba nervioso. No tenía motivos. Tenía una sólida coartada. Era imposible que hubiera estado meti­do en un fraude a través de Internet. Era pintor de brocha gorda y ni siquiera tenía ordenador. ___________ sospechaba que su ex novia se la quería devolver por haberla dejado.

—No se preocupe —le dijo—. El juez Kaulitz es muy justo.

Entraron en la sala y se sentaron.

—¡En pie! —anunció el alguacil.

Se abrió la puerta y entró Tom, alto, delgado y atractivo. ___________ sintió que se le subía el cora­zón a la boca.

Tom miró a su alrededor. ___________ no recordaba la última vez que había sentido que se iba a des­mayar.

Sacudió la cabeza para aclararse las ideas. Su profesionalidad se impuso. Se irguió, contestó a las preguntas que le hicieron y firmó lo que le pidieron. El juez estuvo tan serio, prudente y conciso como de costumbre. ___________ no lo miró ni un segundo más de lo estrictamente necesario.

Les concedió el aplazamiento que pedían y dio la sesión por terminada. Volvió a mirar a to­dos los presentes, pero aquella vez la miró a ella dos segundos más que al resto.

—¡En pie! —dijo el alguacil. ___________ obedeció como un robot y sintió que se le había acelerado la respiración. Tom salió de la sala. ¿Qué demonios le estaba ocurriendo? Reco­gió sus documentos, se despidió del cliente y sa­lió con las piernas temblorosas. ¿Había visto una mirada insondable en los ojos de Tom o habían sido imaginaciones suyas?

Lo que no era producto de su imaginación era que se estaba derritiendo. Estaba exagerando. ¡ Pero si ni siquiera la había llamado!

—Señora Madison —le dijo una bedel.

—¿Sí? —dijo ___________ girándose.

—El juez Kaulitz quiere verla.

___________ tragó saliva.

—¿Le ha dicho para qué?

La mujer se encogió de hombros.

—Ni idea. Es por aquí.

___________ sabía perfectamente por dónde era.

La bedel llamó a la puerta y se alejó.

—¿Sí? —dijo Tom desde dentro. ___________ apretó el asa del maletín con tanta fuer­za que se hizo daño y entró.




¿QUERÍAS verme? —preguntó ___________ al entrar.

Tom estaba junto al lavabo y apenas la miro.

—¿Te importaría cerrar la puerta, por favor?

Así lo hizo ella.

La habitación no estaba muy bien iluminada, pero veía a Tom con una llave inglesa en la mano.

—Este grifo lleva meses mal, pero creo que me lo acabo de cargar definitivamente.

___________ pensó que no estaba utilizando la herra­mienta correcta. Al fin y al cabo, algo debía de saber puesto que su padre era fontanero. Sin embargo, no creía que la hubiera llamado por eso, así que se calló.

Lo observó mientras se secaba las manos me­ticulosamente.

— Gracias por la camisa.

___________ lo miró sorprendida por la referencia al regalo que le había dado hacía diez días. La esta­ba mirando directamente a los ojos y se puso nerviosa.

—¿Te está bien?

—Perfecta.

—Me alegro. De nada —contestó—. Era per­fecta para ti —añadió sin saber qué decir.

Ambos sonrieron. Ella, abiertamente; él, no tanto. Los dos sabían que la camisa hawaiana de vivos colores no le podía ir menos.

—Para ser sincera, te iba a comprar una ca­misa blanca de vestir exactamente igual que la tuya en la que envolviste a Alisha cuando na­ció, pero luego me di cuenta de que no sabía que talla de cuello tenías y, entonces, vi la ha­waiana y no me pude resistir. De todas for­mas...

—¿___________?

—¿Qué?

¿Se había acercado él o había sido ella?

—¿Te estoy poniendo nerviosa?

Había sido él.

—¡Claro que no!

Entonces, se dio cuenta de que habían sido los dos. Ambos se habían acercado. ___________ tragó saliva.

—Bueno, tal vez un poco. No hay mucha luz.

—Sí, me han avisado de que han tenido que cortarla para arreglar algo y, como este despacho es interior, no hay mucha luz natural. Se supone que los jueces no podemos soñar despiertos.

—Norma me ha dicho que querías verme — apuntó ___________ sin poder dejar de mirarlo.

—¿Quieres cenar conmigo este fin de sema­na?         

—¿Cenar?

—Antes de que digas que sí, debo advertirte que es una invitación para una cena casera en casa de mis padres.

—¿En casa de tus padres? —repitió por se­gunda vez. ¿Cuándo se había convertido en un loro?—. ¿Tu madre quiere conocer a Alisha?

—Mi madre fue profesora treinta y seis años y nunca se olvida de nada. Menos, de una pro­mesa.

—Bien, de acuerdo. Me parece fenomenal que tu madre conozca a Alisha. Me sorprende porque... bueno... como no me has llamado... creí que...

___________ cerró la boca y los ojos. Cuando los abrió, se encontró con que Tom iba hacia ella lentamente. Reculó, pero se dio contra la mesa.

¿Qué había hecho con el maletín? Como no lo tenía cerca, no sabía qué hacer con las manos.

¿Qué tal ponerlas sobre un buen par de hom­bros?

—No me gusta mucho hablar por teléfono.

 ___________ pensó que, por eso, nunca llamaba antes de presentarse en su casa.

—¿Qué tal está Alisha, por cierto?

—Fenomenal. Ya no se despierta por las no­ches y ha engordado —contestó ___________ en un hilo de voz. Tom se había acercado tanto que sentía su aliento en la cara.- Estás trabajando.

—Ya lo sé.

—Los dos estamos trabajando —insistió de­seando no ser tan obvia. ¿Por qué no le decía que el cielo era azul y que tenía los ojos marro­nes?

Sí, tenía unos preciosos ojos marrones que cada vez estaban más cerca.

—Tom.

No contestó. ___________ se dio cuenta de que no tenía sentido decirle que solo eran amigos. Los dos sabían que no era así. Deberían ponerle lími­tes a su relación. Tragó saliva. Si es que aquello era una relación.

¿Lo era? ___________ se mojó los labios.

—¿Cómo describirías lo que hay entre noso­tros?

—Parafraseando a mis hermanos, di­ría que nos ponemos cachondos mutuamente.

—Ay, madre. Ay Dios, Pero, eh, eso... Sí, su­pongo que sí.

—Bueno, eso fue solo al principio. Me gus­tas, ___________. ¿De verdad?

—Somos profesionales, así que esto debería ser...

—¿Secreto?

—Platónico —dijo ella a la vez.

—¿Te has dado cuenta de que la cantidad de veces que hablamos a la vez?

 ___________ asintió.

—Me quedo con lo que yo he dicho.

—Claro —apuntó ___________ tapándose la cara con las manos.

Tom se las quitó con delicadeza. ___________ Madison tenía los ojos más verdes y bonitos del mun­do. Estaba perpleja y no era para menos. Al fin y al cabo, la acababa de abordar. Él había tenido tiempo para asimilar lo que iba a hacer. Avanzar, cercar y retirarse.

Llamarla a su despacho había sido el avance, todo lo demás hasta entonces el cerco y ahora to­caba la retirada. Era la parte que menos le gustaba.

Dio un paso atrás.

—Tengo un montón de casos que atender.

___________ abrió la boca, pero no dijo nada.

—¿Te parece bien que os recoja sobre las seis y media?

___________ asintió confusa.

—A las seis y media —repitió. Sí, efectiva­mente, era un loro—. ¿Qué día?

— El sábado.

— Muy bien. Hasta entonces.

Tom le dio su maletín y salió por la puerta. ___________ miró a su alrededor atónita y salió por la otra.


CHICAS.... sorry por la tardanza... pero e tenido una semana demasiado ocupada.. y de mi trabajo no he podido subir porque e tenido toda la semana a mi jefa ¬¬ y no me deja entrar a internet...
Pero espero que les guste el capi..

Y comenten.. por lo menos para alegrarme un poco el dia con sus comentarios.. porque no me siento muy bien =/ ...
Las Quiero
Bye =)

3 comentarios:

  1. Yo pense q habria besoo hahaha. Como sera esa cenaa!! Que pasara?
    Siguelaa Ruth . Me encanta mucho la fic.

    Cuidate bye :D animos espero y estes bien .

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  2. Hey! Como taz?? XD espero bien! Esta genial ... Ay porque no son pareja ya de una vez y dejan de andar con sus idioteces -.-' bueno siguela, que estes genial , kisses

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  3. me encanto este capitulo!!! me imagine a Tom con una camisa hawaiana jaja xD en fin espero que estes muy bien Tami :)

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