A las seis, ___________ oyó un
coche que aparcaba en su casa. Pensó que eran sus padres. Menos mal que ya
había terminado de dar de comer a la niña porque era Tom. Le abrió y entró sin
esperar a que le dijera nada.
Estaba enfadado.
—¿Por
qué dices que no te convengo? —le preguntó mientras ___________ le sacaba los
aires a su hija en la mecedora.
___________
abrió la boca y la volvió a cerrar. Tom se acercó tanto que ella tuvo que
levantar la cara para mirarlo.
—Te lo repetiré. ¿Qué has
querido decir con eso de que no te convengo?
Alisha
eligió precisamente aquel momento para eructar. Era increíble que alguien tan
pequeño pudiera hacer tanto ruido.
___________ se levantó, dejó a
la niña en su cuna, se giró y se encontró de bruces con el juez.
¿QUE estás
haciendo aquí Tom? —le preguntó en voz baja para que la niña no se despertara.
La
tarde había comenzado lloviendo, pero en ese momento el cielo estaba despejado.
Viendo a Tom no era difícil ver dónde habían a parar todas las nubes. Llevaba
la tormenta en los ojos.
—Ya
te lo dicho. Siento curiosidad por lo que has dicho en los juzgados —contestó
con voz tranquila y controlada.
—¿Qué
quiere que le diga, señor juez?
—Tom.
___________
suspiró.
—Tom.
—¿Qué
hay de malo en mí? —le preguntó perdiendo la paciencia.
___________
se dio cuenta por su expresión de que no quería decirlo así, pero estaba
empezando a perder el control, algo nada normal en él. Aquel hombre que nunca
sonreía ni reía... Bueno, tampoco lo conocía mucho, así que ella no era nadie
para juzgarlo.
—De
lo que te conozco, nada.
—No
es eso lo que me has dicho en los juzgados.
—Cierto.
—Dijiste
que no te convengo.
—Cierto también.
Tom la miró intensa y
peligrosamente.
___________ se mordió el labio
inferior y miró alrededor del salón. No quería que aquel hombre se enfadara.
Tampoco quería que se quedara. No se podía imaginar una conversación de
confesiones con Tom Kaulitz. Al final, ganó la educación y lo invitó a
sentarse.
Tom se sentó junto a la
ventana y ___________ en el sofá. Se había recogido el pelo. Tom recordó cómo
le había quitado las horquillas antes del parto. Conocía perfectamente el tacto
y quería volver a experimentarlo. Debía de estar perdiendo la cabeza.
Quería discutir
con ella, gritar y patalear, algo que no iba en absoluto con su carácter, pero
aquella mujer sabía qué botones apretar para sacarlo de quicio.
Ojalá apretase su cuerpo
contra él.
Estaba peor de lo que creía.
¡Pero si acababa de dar a luz y de decirle que no le convenía!
Sin embargo, el beso hablaba
de otras cosas. Por eso estaba allí.
Le ayudaría poderse olvidar de
aquel beso o de sus movimientos, de sus pechos, que se movían arriba y abajo
cuando respiraba, y de su pelo. Le ayudaría mucho si pudiera mirar hacia otro
sitio.
Con el rabillo del ojo, vio a
un adolescente junto a la casa y se levantó inmediatamente.
—¿Dónde
vas? —le preguntó ___________.
—No salgas de casa y cierra la
puerta cuando yo haya salido.
Tom se movió sobre el césped
mojado de forma sigilosa, como le había enseñado su bisabuelo cuando era
pequeño. Sin previo aviso, se abalanzó sobre el delincuente.
El chico se revolvió, pero Tom
tenía más fuerza que él.
—¿Qué
demonios hace, señoría? ¡Suélteme!
¿Sabía
que era juez? La cosa es que aquella cara le era familiar. ¿Dónde había visto a
aquel chico antes? Probablemente, en los juzgados.
—¿Qué
te crees que haces? —lo increpó.
—¿Qué
estás haciendo tu? —dijo ___________ a sus espaldas.
Tom se quedó estupefacto.
—Suéltalo.
A Tom
no le gustó el tono de voz con el que se estaba dirigiendo a él. Lo hacía
parecer el delincuente.
—Este
chico se ha metido en tu jardín para robar algo, seguro.
—De
eso, nada —contestó el chico con los ojos como platos —. Lo juro.
—Ya
lo sé, Brian, no pasa nada —dijo ___________.
Tom empezó a sospechar que allí había gato
encerrado. ¿Brian? ¿ ___________ lo conocía? De repente, lo vio todo claro.
Era el chico cuyo caso había desestimado aquella mañana.
—Lo
siento, Brian —dijo ___________—. No me he dado cuenta de que lo iba a hacer el
juez hasta que ha sido demasiado tarde. He salido corriendo detrás de él todo
lo rápido que he podido.
—Acaba
de tener un hijo. No debería hacer movimientos tan bruscos —apuntó el chico—.
Además, ¿qué está haciendo aquí? —añadió refiriéndose a Tom.
___________
deseó poder contestar aquella pregunta.
—Suéltalo,
Tom. No está haciendo nada. Brian se está encargando del jardín.
—¿Trabaja
para ti?
—Sí
—contestó ___________ con una sonrisa. Tom soltó al joven y Brian se puso bien
la camiseta y la gorra.
—¿Quiere que haga algo más
hoy, señorita Madison?
—No, ¿puedes volver mañana?
—contestó ella mirando la leña cortada y apilada. El chico asintió y se alejó
con paso triste.
—Brian.
El
adolescente se paró al oír la voz de Tom. Estaba claro que no le caía bien el
juez. ___________ se preguntó que iría a hacer Tom.
—Te
debo una disculpa —dijo yendo hacia él.
Brian
no fue el único que se quedó con la boca abierta.
—Me he equivocado y lo siento
—dijo alargando la mano. Tras unos segundos interminables, Brian se la
estrechó y se alejó mucho más contento.
___________ se dio cuenta de
que se le había pasado el enfado por completo y aquello era peligroso porque
enfadada podía tener a Tom a raya. Aquel hombre era justo en su trabajo y fuera
de él. No se le caían los anillos por pedir perdón, algo no muy común entre los
hombres que conocía.
Era fuerte y duro por fuera,
pero bueno y amable por dentro. Aquello la intrigaba.
La brisa le soltó un rizo y Tom
se lo puso detrás de la oreja de nuevo. Nunca nadie le había tocado el pelo
como él. Era la segunda vez y le gustó tanto como la primera.
Debía entrar en
casa porque estaba empezando a tener frío. Levantó la cara hacia el cielo y
aspiró. ¿Qué le estaba ocurriendo? Los últimos diez minutos no le habían dado
motivos para sentirse tan feliz y femenina como se sentía. Debían de ser las
hormonas. ¿Qué otra explicación había para aquella atracción que no quería ni
necesitaba? Cuanto más conocía a Tom, más lo deseaba y desearlo era
peligroso, sobre todo en aquellos momentos de su vida, sobre todo porque era
juez del condado de California.
—Es
su manera de pagarte, ¿verdad?
___________
parpadeó, giró la cabeza y volvió a la realidad. ¿Quién? ¿Pagar qué? ¿De qué
estaba hablando Tom? ¡Ah, sí! De Brian.
Dio un paso
atrás y Tom dejó de tocarle el pelo.
—¿Cómo
es posible que, justo cuando empezabas a caerme bien, vas y la fastidias?
—Así
que te caigo bien.
___________
hizo un gesto despectivo con la mano.
—Estábamos
hablando de Brian.
—Sí.
Va a estar meses, incluso años, para pagarte los honorarios.
—Su
madre lo va a ayudar —contestó ___________ preguntándose por qué tenía que
darle explicaciones.
—¿Cómo?
A ___________
no le gustó nada la mirada de Tom. No tenía derecho a cuestionar sus
decisiones, pero le contestó.
—Clara
Jones va a venir a cuidar a Alisha de vez en cuando.
—¿Te parece una buena idea?
—Si no lo hubiera creído, no se lo habría pedido
—contestó entornando los ojos.
—¿Qué
sabes de ella?
___________
se dio la vuelta y se dirigió a toda velocidad a la puerta. De repente, se
volvió a parar y se giró. Tom estaba a pocos centímetros de ella. Le iba a tener que poner un cascabel.
—Clara
es una mujer fuerte que, a sus treinta y cinco años, tiene un hijo de dieciocho
al que ha tenido que criar sola. Ha trabajado siempre como una burra y ha
conseguido ahorrar para empezar la universidad los dos el año que viene. Brian
es un buen chico. ¿Te imaginas qué habría pasado si hubiera terminado en la
cárcel por culpa del padre de su novia? —le explicó estremeciéndose—. Ahora,
Clara cree que soy Dios. Ella no puede pagarme y yo necesito a alguien que me
cuide a la niña, alguien prudente y de confianza. Sí, he dicho de confianza.
¿Alguna otra pregunta, señoría?
Tom
apretó las mandíbulas.
—Creía
que iban a ser tus padres quienes cuidaran de Alisha.
—Se
van mañana. A eso me refería antes. Si estuviera buscando a un hombre, que no
es así, buscaría a alguien que no creyera siempre que la gente es mala.
—¿Me estás diciendo que yo lo
hago? No quería hacerle daño, pero se lo tenía que decir.
—Sí, Tom. Lo siento, pero me temo que sí.
—Ahora,
eres tú la que se equivoca.
—De
eso, nada.
—Sí,
te estás equivocando.
___________
se puso las manos en las caderas y negó con la cabeza.
—¿Por
qué estoy equivocada? ¡A ver!
Tom
se acercó todavía más.
—No
creo que la gente sea mala.
___________
lo miró a los ojos. Lo había dicho en voz bajá y tono sincero.
—¿En
quién crees. Tom? —preguntó sin darse cuenta.
—En
mucha gente.
—Eso
está bien —apuntó ella sabiendo que pocas veces contestaba a las preguntas
directamente.
—En
ti, por ejemplo.
___________
sintió que se derretía.
—¿En
mí?
Tom asintió.
—Pero
si somos completamente opuestos.
—Bueno,
dicen que los extremos se atraen.
___________
sintió que le daba vueltas la cabeza. Sabía perfectamente que era cierto. Su
ex marido y ella eran completamente opuestos y así les había ido. La cosa era
que Tom también era opuesto a Frankie, lo que no quería decir que le conviniera.
—No es solo atracción —dijo
por fin.
—Estoy de acuerdo —apuntó Tom. ¿Ah, sí? Tuvo
la osadía de sonreír ante su sorpresa.
—Hace falta tener
intereses y creencias similares.
—Me gustaría explorar
esos aspectos —contestó Tom mirándola fijamente a los ojos.
—No creo que fuera buena
idea, Tom.
—¿Por qué?
—Porque somos opuestos.
—Eso ya lo hemos dicho.
Yo soy hombre y tú, mujer. No podemos ser más opuestos.
—Sí, pero mira lo que te
voy a decir. Tú eres serio.
—¿Y?
—Eres
serio y yo soy espontánea.
—Me
gusta la espontaneidad.
—Claro
y tienes los ojos azules, ¿verdad? Deseó no haber mencionado sus ojos porque en
ese momento, el marrón chocolate la estaba envolviendo por completo,
asfixiándola.
—¿No
me crees? —preguntó él.
—¿Cuándo
fue la última vez que hiciste algo espontáneo?
Tom
no podía dejar de mirarle la boca.
—Me
refiero a algo que no tenga que ver con esta loca atracción que se ha apoderado
de nosotros.
Tom se dio cuenta de que se
estaba poniendo rojo de pies a cabeza porque lo último espontáneo que había
hecho había sido besarla. Loca atracción, sí, pero no solo sexual. Allí había
algo más.
Se había presentado tres veces
en su casa sin avisar. Aquello había sido espontáneo. No lo dijo porque también
tenía que ver con la atracción que sentía por ella.
No se le ocurría nada.
Normalmente, no se podía permitir el lujo de ser espontáneo. Era juez.
___________ lo miraba
insistentemente como si le estuviera leyendo el pensamiento.
—¿A
quién se le ocurrió subir al tejado del establo de pequeños?
—A
mí, ¿porqué?
—Bueno,
todavía hay esperanzas —sonrió ___________.
Tom
se dio cuenta de que se estaba riendo de él. Se dio cuenta y lo entendió. Lo
que no entendía era por qué no se había enfadado por ello.
___________
dio un paso a un lado y, antes de que a Tom le diera tiempo de reaccionar, se
encontró calado de cintura para abajo.
___________
repitió la operación mojándole el pecho. Tom sintió algo dentro de sí y, sin pararse
a analizar qué era, golpeó también el césped mojándola a ella. ___________ dio
un salto atrás. Había agua de lluvia mezclada con barro volando por todas
partes.
___________
volvió al ataque y Tom se rió a carcajadas. La agarró del brazo y la sacó del
charco. Tampoco era cuestión de ponerse a hacer el cabra loca. Acababa de dar
a luz.
Se quedaron hombro con hombro
mirándose la ropa mojada y manchada.
—El segundo par de zapatos que
me cargo esta semana.
___________ lo miró y, al ver
su mirada divertida, sintió una gran emoción.
—Puede
que tengas razón —dijo Tom—. Puede que todavía haya esperanzas —sonrió,
—Me
alegro de que me des la razón.
—A
las mujeres os encanta que os demos la razón.
—¿Tu
también eres experto en mujeres?
—¿Estás
loca?
Deliberadamente, había hecho
caso omiso del también. Hombre listo.
—Tengo
que ir a ver qué tal está Alisha — dijo ___________ yendo hacia la puerta.
—___________...
—¿Sí?
—¿Qué
dirías que acaba de suceder?
___________
lo miró de arriba abajo. Sí, los zapatos, probablemente, tendría que tirarlos,
pero parecía que no le importaba. De hecho, parecía feliz, más contento de lo
que lo había visto nunca.
—¿Antes
de lo del charco, durante o después?
—Sí.
—No lo sé, pero creo que nos
estamos haciendo amigos.
Tom
la miró con sorpresa y satisfacción.
—Bueno,
me tengo que ir —anunció ella.
—Claro.
—Supongo
que nos veremos.
—Por
supuesto.
___________ se
metió en la casa. Se quitó los zapatos mojados y fue a ver a Alisha, que
dormía plácidamente.
¿Qué había hecho? Todavía le
latía el corazón a toda velocidad. Le había tirado agua, retándolo a ser
espontáneo y él había respondido bien.
Aquello le había producido una
gran satisfacción. Todavía le costaba
respirar. Ahora sí que no había marcha atrás. De una cosa estaba segura. Tom
Kaulitz, tanto serio como espontáneo, iba a ser un amigo curioso.
Bueno Chicas... paso rapidito a dejar este capi... espero les guste.. y gracias Janni y Virgi.. porque les gusta esta ficc.. la verdad es que no la dejare hasta aquí.. pero si creo que tratare de terminarla antes de lo previsto.. para subir otra ficc... *-*
Las Quiero
Bye =)
PD: Virgi... plisss sigue tu ficc.... ya que si o si me dare tiempo de comentar *-*
Q emocion!!
ResponderEliminarAl menos son amigos *.*
ya tengo curiosidad de como sera la otra fic.. Tu siemlre subes las mejores fics :D
cuidate bye
estoy de acuerdo con jennifer! tus fics son las mejores!! *w*
ResponderEliminarHey!! Genial!! Jajajaja Tom y TN jugando como niños xD siguela .. Esta genial adios y que estes buen
ResponderEliminar